Guía clínica fisura labiopalatina
Ano de publicação: 2015
Las fisuras orofaciales se presentan en promedio en 1 de cada 700 recién nacidos vivos,
incluyendo la fisura labial aislada, la fisura palatina aislada y la fisura labiopalatina uni o bilateral
[1]. Se presenta una mayor frecuencia de fisura labio con o sin compromiso de paladar en países
de Latinoamérica y Asia, y mayor frecuencia de fisura palatina aislada en Canadá y el norte de
Europa [1]. Mientras la fisura de labio con o sin compromiso de paladar es más frecuente en
hombres, la fisura de paladar aislada es más frecuente en mujeres [1].
En Chile, según el Latin American Collaborative Study of Congenital Malformations (ECLAMC), la
incidencia promedio entre el 2001 y 2010, en los hospitales participantes del estudio para la
fisura de paladar fue de 0,7 por 1000 RN vivos y para la fisura de labio de 1,4 por 1000 RN vivos;
no se encontró una diferencia significativa con los encontrado entre los años 1982-1994 [2].
Aproximadamente un 7% de las fisuras de labio con o sin compromiso de paladar, se asocian a un
síndrome genético conocido [1], la asociación con malformaciones, es mayor en la fisura
labiopalatina que en la de labio aislada (25% versus 10%) y aun mayor con la fisura palatina
aislada (46%) [3]. Las alteraciones cromosómicas son más frecuentes cuando hay
malformaciones asociadas (18% versus 1,6%) [3].
Las fisuras orofaciales aisladas (sin malformaciones, ni síndromes asociados) se describen como
multifactoriales, donde participa un factor genético poligénico, ya que hay un antecedente
familiar en un 20 a 30% de los casos [4] y factores ambientales, dentro de los cuales se
describen el tabaco materno, alcohol materno, teratógenos y menor edad de la madre [1].
La patogenia ocurre desde la cuarta semana de gestación cuando se produce la formación de la
prominencia frontonasal, los procesos maxilares y los mandibulares, como también la formación
de las placodas nasales; al final de la sexta semana de gestación se fusiona el proceso medial de
éstas con los procesos maxilares, dando origen al labio superior y el paladar primario [1]. En
relación al paladar secundario, se produce en la sexta semana de gestación la formación de las
placas palatinas a partir de los procesos axilares, inicialmente verticales; en la séptima semana
de gestación éstas se horizontalizan gracias al descenso de la lengua, fusionándose en la línea
media, originando el paladar secundario, que se une entonces al septum nasal y al paladar
primario [1].
Las consecuencias derivadas de las fisuras orofaciales son a nivel estético, auditivo, de habla,
lenguaje, cognitivo, psicológico, social, por lo cual es fundamental el manejo multidisciplinario,
que incluya enfermería, cirujanos plásticos e infantiles, maxilofaciales, otorrinolaringólogos,
fonoaudiólogos, genetistas, psicólogos, odontopediatras, ortodoncistas, ginecólogos ecografistas,
kinesiólogos, entre otros [1]. Este trabajo debe ser integrado y no fragmentado [1].