Publication year: 2025
El cáncer de cuello uterino (CCU) es uno de los tumores ginecológicos más frecuentes,
manifestándose inicialmente a través de lesiones precancerosas de lenta y progresiva
evolución. En 2022, se reportaron 662.301 casos nuevos y 304.874 muertes, lo que
posiciona globalmente al CCU la octava neoplasia más incidente y la novena causa de
mortalidad por cáncer (1). Esta es una enfermedad prevenible, que incluso puede curarse
si se detecta en una fase temprana y se trata debidamente.
Una de las causas más importantes del desarrollo del CCU es la infección por virus del
papiloma humano (VPH), el cual pertenece a la familia Papillomaviridae, existiendo más de
200 genotipos de este. Sin embargo, es importante destacar que solo unos pocos tipos de
VPH que infectan la región genital están asociados con el desarrollo de cáncer.
Estos se
clasifican en dos grupos según su potencial oncogénico:
los de bajo riesgo y los de alto
riesgo (2,3). Esta, es la la infección de transmisión sexual más prevalente en hombres y
mujeres en todo el mundo (4); alrededor del 90 % de los adultos estarán infectados por
algún genotipo del VPH a lo largo de su vida y ocurre en su mayoría en las personas
sexualmente activas (5).
Aunque muchas infecciones por VPH se resuelven sin tratamiento en varios años, las
infecciones persistentes pueden progresar a lesiones intraepiteliales de alto grado y
eventualmente avanzar a cáncer invasivo del cuello uterino.
La Asamblea de la Organización Mundial de la Salud (OMS) adoptó la “Estrategia Mundial
para Acelerar la Eliminación del Cáncer del Cuello Uterino como Problema de Salud
Pública” (5), estableciendo que un país ha eliminado el cáncer de cuello uterino cuando su
incidencia es inferior a 4 casos por cada 100.000 mujeres al año. Para alcanzar este umbral
a finales del siglo XXI, la OMS fijó las metas 90-70-90 para el año 2030: el 90 % de las
niñas deben estar totalmente vacunadas contra el VPH antes de los 15 años; el 70 % de
las mujeres deben ser examinadas mediante pruebas de alta precisión antes de los 35 años
y nuevamente antes de los 45 años; y el 90 % de las mujeres diagnosticadas con cáncer
de cuello uterino deben recibir tratamiento adecuado (5).
Por otro lado, entre las estrategias recomendadas para fortalecer los sistemas de salud se
encuentra el desarrollo de Guías de Práctica Clínica (GPC) informadas por la evidencia,
cuyo propósito es asegurar que cada paciente reciba los servicios diagnósticos y
terapéuticos más adecuados, logrando una atención sanitaria óptima con el mínimo riesgo
de efectos iatrogénicos y máxima satisfacción del paciente (6). Desde la construcción de la
GPC para el diagnóstico y tratamiento de lesiones precancerosas del cuello uterino en el
2014, el contexto colombiano ha cambiado y existen nuevas tecnologías no incluidas en la
versión publicada, así como consideraciones que podrían cambiar la conducta de
tamización, detección y tratamiento